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jueves, 25 de marzo de 2010

¡Qué estrés...!

¿Hace cuánto tiempo había querido ir a Holbox? No lo se. Lo único que recuerdo es que su remoto emplazamiento en el extremo noreste de la península de Yucatán me incitaba a la aventura. Por fin atendí al llamado hace unos días gracias al oportuno mensaje de mi amiga: “¡Hay puente el próximo fin de semana! ¡Vámonos a algún lugar recóndito!...”. Holbox vino a mi mente.

Se trata de un banco de arena rodeado de manglares, justo donde se unen las aguas del Golfo de México con las del Mar Caribe sobre una gran planicie subacuática que nos hace posible alejarnos de la costa unos buenos cientos de metros y aun tener el agua a las rodillas; y pese a que la creíamos remota, baste decir que llegar a la isla nos resultó más fácil, rápido y económico de lo que esperábamos. A tan sólo dos horas y media de Cancún, este paraíso es uno de los últimos refugios naturales de la costa de Quintana Roo y sus 1500 habitantes están determinados a protegerlo con proyectos de desarrollo sustentable incluyendo turismo de baja densidad.

Aunque estábamos resueltos a relajarnos lejos de la civilización, no sabíamos si podríamos soportar la rusticidad en medio de la selva, pero el hotel que escogimos nos mostró los maravillosos resultados que se logran con una buena dosis de sentido común, buen gusto y respeto por la naturaleza... además, para deleite nuestro, la especialidad de la isla es la langosta: se encuentra casi en cualquier plato.

De entrada no podíamos dejar de probar las recomendadas pizzas de langosta en Casa Edelyn, una amena cabaña rústica en la esquina sureste de la plaza principal. Para mi en general la pizza es un antojito que ofrece muy poco por un precio exorbitante: no es nada nutritiva y es bastante insípida en cualquiera de sus presentaciones (de ahí que te tengan que traer a la mesa desde chile de árbol y salsa tabasco hasta catsup y salsa inglesa). En este caso la langosta es un gran escalafón de sabor que le aporta valor nutritivo a un costo que no rebasa nada el de una mediocre pizza comercial. Quedé muy agradecido.

El primer paseo por el pueblo también nos sirvió para ubicar algunos otros restaurantes que despertaran nuestro apetito curioso. Para la segunda cena elegimos El Cinito, un restaurante de aparente reciente creación que proyecta películas en ciertos horarios y ofrece excelente comida en todos los demás. Pedimos una parrillada para dos y no nos sorprendió que la orgullosa protagonista fuera la cola de langosta, la acompañaban unos cortes de carne inesperadamente jugosos (no olvidemos que estamos en una isla remota). Además: langostinos, camarones y vinito... una delicia.

El último día recorrimos las callecitas de arena rumbo a nuestra última comida y, más tarde, al ferry. Tan sólo estuvimos dos días y, al vernos con maleta en mano, los isleños nos despedían como viejos amigos. En la playa junto al pueblo encontramos el restaurante Faro Viejo. Había muy poca gente pero parece que lo suyo comienza al atardecer. Complacidos con la vista de un mar verde esmeralda (que si bien no es del turquesa de Cancún, conserva la claridad del Caribe y ofrece la riqueza pesquera del golfo) ordenamos una pasta y una sopa de mariscos... adivinen con qué. ¡Claro! con langosta. ¡Inolvidable!

“¡Ay qué estrés...!” comentó mi amiga al dejar el tenedor sobre el plato vacío. Con el corazón contento, estiró las piernas y hundió sus pies bajo la arena.

4 comentarios:

  1. Que hermoso relato que nos brinda un panorama general de una isla caribeña, a la que muchos quisiéramos tener acceso.
    Felicidades, encantadora la narración. Saludos cordiales a tu amiga, que por lo que se ve a través de tus palabras, debe ser una monada.

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  2. Wow, estoy buscando un lugar justo como ese para pensar, no soy fanático de los mariscos y menos de la pizza pero debo admitir que se me antojo.

    Me hubiera gustado un poco más de fotos, ja, y no, no es porque este acostumbrado al libro vaquero, pero las palabras me hicieron imaginar lugares y estados de ánimo que me gustaría visualizar

    Gracias

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  3. Casi casi me transportaste a ese lugar paradisiaco... me encantaría estar ahi contigo y nuestros super Prada!!! Bisous. T.

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  4. Increible! Estoy en Londres bajo la lluvia y me has hecho viajar a través de tus palabras.
    Definitivamente la proxima vez que esté en Méx. visitaré "Holbox"

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